lunes, 10 de octubre de 2011

Me asfixias

Hay momentos en los cuales uno quiere escapar de todo lo que lo rodea, del paradigma en el que se encuentra encerrado, encasillado. Son momentos en los cuales cualquier destino es mejor que el que se vive, la sensación de poder escapar es mejor que la asfixiada idea de poder vencer, de superar la situación y seguir en la vida.
La percepción se nubla y se asquea, se vuelve densa. El cuerpo mismo nos juega bromas de mal gusto, la mente se desconecta y nos libra al azar de los sentidos, nos quedamos solos con nosotros mismos, nos sumergimos en el mundo de la sensibilidad: un mundo donde todo es tal cual lo recibimos sin analizar, donde la superstición y el "juzgar" los hechos definen a la realidad, donde es todo un nudo de mentiras y verdades, donde el moño final se contradice al ser el desenlace.
La ruina nos pone mal, la avalancha de situaciones negativas nos tapa y no nos congela: nos hace hervir la sangre al punto de derretir la nieve, el hielo pesado que llevamos en la espalda.
Gritamos: ¡Basta, basta de esto para mi! Necesitamos gritar porque no nos escuchan, necesitamos gritar porque la situación nos obliga, necesitamos gritar porque nuestros intentos de hablar fueron vencidos por la misma situación todos los días, porque antes una mirada era suficiente y ahora el grito en el cielo tiene que ser el suplente de aquellos buenos momentos.
Y el mundo gira más de la cuenta, los días pasan de largo y la noche llega y no termina, el ocaso se mantiene en el horizonte y nos deprime en una constante infinita: vamos ladera abajo en la montaña de la depresión.
La sangre se evapora del cuerpo, el alma se enjaula en la prisión del salvajismo, nos volvemos animales en estado de barbarie: ya no diferenciamos lo que queríamos de lo que ahora queremos, ya no nos importa si la decisión precipitada nos tira a lo profundo de un abismo. Llegamos al punto de querer solo saltear la hoja en lugar de tomar la birome y firmes con el puño tomar carta en el asunto.
Es que no hay logro que signifique más la superación que alcanzar esa situación, vernos hundidos en el abismo, con el agua presionando cada parte de nuestro cuerpo al punto de hacerlo reventar y lograr optar por usar el poco aire que nos queda en función de hacernos fuerte, de retrotraernos a la razón y ahogar al salvajismo, a la barbarie desatada por el mal que nos hacen, a la ira desatada por la poca consideración, morder el hueso como un perro y asi no lastimar. Desde lo más profundo algo nos ayuda, somos nosotros mismos, en nuestra renacida conciencia que nos pide no defraudarnos, la que nos pide ser el humano que fuimos.
Siempre vas a encontrar gente o situaciones que te maravillen y que luego se nivelen ede maravilla a algo común, a algo que ya  lo tienes: no dejes que ese siempre sea una verdad, manten el brillo porque la oscuridad es mala, es austera, traicionera. Cuando sientas que alguien o la situación te quitan tu brillo, aunque cueste, toma otro rumbo.
Que te humillen, que te dejen de lado, que sientas que nada te es retribuido, que te despojen. Nunca dejes que te hagan creer que puedes rendirte. No hay más alta traición que perdernos a nosotros mismos: los que te aman pueden odiarte, los que están a tu lado hoy mañana quizas se desentiendan, los que dicen ser tu sostén mañana pueden vencerse. No seas pesimista, pero siempre entiende que las posibilidades en la vida son infinitas. Intenta ser realista, en un estado neutro, disfruta de todo porque la vida es una.
Cuantas más historias más sumas a las hojas del libro de tu biografía, ese que queda en la boca de unos pocos  y en la tierra de millones.
Es un leve im pulso, nada más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario